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La ansiedad en nuestro cuerpo y mente

La palabra «ansiedad» se usa para describir la respuesta mental y física que se produce en situaciones de peligro. Esto es algo normal que todos experimentamos en ciertas ocasiones, como antes de un examen médico, al hablar en público, o antes de eventos importantes.

En realidad, puede ser útil ya que nos proporciona energía extra para enfrentar desafíos o escapar de situaciones peligrosas. Cuando se entiende de esta manera, la ansiedad se considera un mecanismo de defensa natural del cuerpo y no necesariamente algo negativo. Por lo tanto, el objetivo no es eliminarla por completo, sino aprender a manejarla. La idea es vivir con niveles de ansiedad más bajos en lugar de tratar de eliminarla por completo.

La ansiedad se convierte en un problema cuando los síntomas son intensos y desagradables, persisten durante un largo período de tiempo, ocurren con demasiada frecuencia, se presentan en situaciones que normalmente no deberían ser estresantes y nos impiden realizar lo que deseamos hacer.

La ansiedad se convierte en un problema cuando los síntomas son intensos y desagradables, persisten durante un largo período de tiempo, ocurren con demasiada frecuencia, se presentan en situaciones que normalmente no deberían ser estresantes y nos impiden realizar lo que deseamos hacer.
La ansiedad se convierte en un problema cuando los síntomas son intensos y desagradables, persisten durante un largo período de tiempo, ocurren con demasiada frecuencia, se presentan en situaciones que normalmente no deberían ser estresantes y nos impiden realizar lo que deseamos hacer.

El mecanismo de la ansiedad

El primer paso para abordar y reducir la ansiedad perjudicial es, en esencia, identificar cuáles son los elementos que contribuyen a que una persona pueda sentir ansiedad en situaciones en las que la mayoría de las personas no suelen experimentarla. Los psicólogos han identificado cuatro factores fundamentales para comprender cómo funciona la ansiedad:

  1. Las circunstancias que provocan las reacciones de ansiedad.
  2. El individuo que experimenta la ansiedad en una situación específica.
  3. La propia respuesta de ansiedad.
  4. Las consecuencias resultantes de esa respuesta de ansiedad

Casi siempre hay alguna situación concreta en la que típicamente se experimenta ansiedad, como si fuera el gatillo de una arma que genera el dispara de la ansiedad. Estas situaciones suelen variar de unas personas a otras y de unos trastornos de ansiedad a otros. A esto se les puede llamar disparadores.

Esto implica que tener miedo en una situación particular no necesariamente implica que se tenga miedo en otras situaciones relacionadas (ya que no son disparadores). Por ejemplo, alguien podría sentir temor al hablar en público pero no experimentar miedo al acercarse a alguien que le atrae. También es posible que alguien tenga temor en ambas situaciones. Lo que realmente determina la gravedad de un problema de ansiedad no es la cantidad de situaciones específicas que generan miedo individualmente, sino más bien cómo esa ansiedad afecta la vida de la persona en general (es decir, la intensidad luego del disparo). Se evalúa en qué medida la ansiedad altera la vida cotidiana, laboral, personal o académica de la persona y cuánto sufre como resultado de esa ansiedad.

Casi siempre hay alguna situación concreta en la que típicamente se experimenta ansiedad, como si fuera el gatillo de una arma que genera el dispara de la ansiedad. Estas situaciones suelen variar de unas personas a otras y de unos trastornos de ansiedad a otros. A esto se les puede llamar disparadores.

¿Pero, cuando no hay disparadores?

Por supuesto hay ocasiones en las que decimos «de la nada me comenzó», no hay «disparadores», ni gatilladores específicos, pero en estas ocasiones hay mas bien hay estímulos.

Ciertamente, algunas personas no experimentan ansiedad en ciertas situaciones, lo que cuestiona la validez al «disparador». Por lo tanto, utilizaremos el término «estímulo» en lugar de «situación» o «disparador»; esto permite abarcar una gama más amplia de desencadenantes de la ansiedad, como situaciones específicas, recuerdos o incluso sensaciones corporales inofensivas; algo mas bien inocuo. En este contexto, consideramos que las «situaciones» pueden incluir actividades cotidianas como ir al supermercado, interactuar con personas desconocidas o enfrentar una cita, una inyección, ver una publicación en Facebook, el despertarse en la mañana, oír pasar lista, llegar o irse de algún ligar etc. Además, también consideramos «situaciones» aquellas respuestas similares a la ansiedad que pueden surgir como resultado de otros procesos inofensivos. A veces, el temor radica en que los demás noten nuestro nerviosismo, lo que, a su vez, puede actuar como un desencadenante adicional de más ansiedad.

Esta sobre activación a estímulos inofensivos se puede deber a el «miedo» a que suceda esa situación tan incomoda. También es posible que exista cierta predisposición genética; esto ultimo es muy parecido a lo que ocurre con la presión sanguínea. Los genes que heredamos de nuestros padres influyen en el valor de presión sanguínea, pero también es fundamental el componente ambiental, como la dieta, la adicción al tabaco o el estrés.

Así, situaciones inofensivas generan reacciones ansiosas desproporcionadas, en donde se incluyen todos los síntomas molestos de esta, y abonando a ello, se llega a la asociación de que si vuelve a ocurrir producirá los mismos eventos catastróficos y tan detestables vividos en ese episodio. De este modo podemos decir que si de por si, ya hay una predisposición a la sobre activación de una respuesta ansiosa, estímulos «ligeros» pueden desencadenar reacciones desadaptativas de la misma.

En resumidas cuentes es «situaciones inofensivas pueden provocar respuestas de ansiedad exageradas, incluyendo todos los síntomas incómodos asociados. Esta experiencia puede llevar a la creencia de que si la situación se repite, resultará en los mismos eventos negativos vividos anteriormente. Así, cuando ya existe una predisposición a una respuesta ansiosa exagerada, incluso estímulos aparentemente ‘leves’ pueden desencadenar reacciones de ansiedad inadaptadas.»

Por supuesto hay ocasiones en las que decimos «de la nada me comenzó», no hay «disparadores», ni gatilladores específicos, pero en estas ocasiones hay mas bien hay estímulos.

Las sensaciones en nuestro cuerpo y mente

Existen numerosos signos físicos de ansiedad. Estos síntomas emergen como una forma de preparar al cuerpo para hacer frente a una amenaza percibida. Los síntomas pueden resultar muy incómodos y, a veces, se presentan sin una causa evidente (estimulo), lo que lleva a las personas a preocuparse de que puedan estar experimentando un problema de salud grave o anticipar un evento negativo. Es fundamental comprender que estos síntomas no representan ningún riesgo para la salud y, aunque puedan ser intensos, no causarán daño alguno. Para abordar su repercusión en ambas dimensiones, se debe de aclarar que esto es desde la propuesta de una ansiedad patológica.

La ansiedad a nivel físico se siente generalmente así:

  1. Dolor de cabeza: Sensación de dolor o presión en la cabeza, a veces en forma de migrañas.
  2. Taquicardia: Aumento de la frecuencia cardíaca, a menudo acompañado de palpitaciones.
  3. Tensión muscular: Rigidez o dolor en los músculos, especialmente en el cuello, hombros o mandíbula.
  4. Sudoración excesiva: Transpiración profusa, incluso cuando no hace calor ni se está realizando actividad física.
  5. Temblores o temblores en las manos: Movimientos involuntarios o sensación de manos temblorosas.
  6. Mareos o vértigo: Sensación de inestabilidad o desequilibrio.
  7. Dolor en el pecho: Malestar o presión en el pecho, que puede llevar a preocupaciones de un problema cardíaco.
  8. Problemas gastrointestinales: Dolor abdominal, náuseas, diarrea o malestar estomacal sin causa física evidente.
  9. Sensaciones en la piel: Hormigueo, entumecimiento o sensaciones extrañas en la piel, a menudo en las extremidades.
  10. Falta de aliento: Dificultad para respirar o respiración superficial.
Síntomas físicos causadas por la ansiedad.
Síntomas físicos causadas por la ansiedad.

A nivel cognitivo:

  1. Preocupación constante: Pensamientos recurrentes y persistentes sobre situaciones futuras o problemas, a menudo relacionados con temores o preocupaciones.
  2. Dificultad para concentrarse: Dificultad para mantener la atención en tareas o pensamientos debido a la ansiedad.
  3. Anticipación negativa: Creencia de que algo malo o negativo va a ocurrir, incluso en ausencia de evidencia sólida.
  4. Pensamientos catastróficos: Imaginación exagerada de consecuencias terribles o desastrosas relacionadas con eventos futuros.
  5. Autocrítica: Tendencia a juzgarse a sí mismo de manera negativa o a sentirse insuficiente.
  6. Miedo a perder el control: Sensación de que se perderá el control sobre la situación o los propios pensamientos.
  7. Rumia: Repetición constante de pensamientos o preocupaciones, incapacidad para dejar de dar vueltas a un tema en la mente.
  8. Pensamientos intrusivos: Pensamientos no deseados que surgen de manera incontrolable y a menudo son inquietantes.
  9. Despersonalización: Sensación de estar desconectado o separado de uno mismo, como si se estuviera viendo desde fuera.
  10. Desrealización: Sensación de que el entorno o la realidad circundante no son reales o se perciben de manera extraña.
  11. Perfeccionismo excesivo: Necesidad de hacer todo de manera perfecta, lo que puede generar ansiedad ante el temor al error.
Síntomas cognitivos causadas por la ansiedad.
Síntomas cognitivos causadas por la ansiedad.

Conductas y aspectos motores

En cuanto a los aspectos conductuales o motores tenemos:

  1. Temblor de manos (motor).
  2. Dificultades para hablar (motor).
  3. Debilidad en las piernas (motor).
  4. Evitación: Evitar situaciones, lugares o actividades que generan ansiedad.
  5. Inquietud: Movimientos constantes, como tamborilear con los dedos, mover las piernas o cambiar de posición con frecuencia.
  6. Comportamiento compulsivo: Realizar acciones repetitivas y rituales para aliviar la ansiedad, como lavarse las manos excesivamente o revisar cosas de manera obsesiva.
  7. Hipersensibilidad al entorno: Reacciones exageradas a estímulos sensoriales, como ruidos fuertes o luces brillantes.
  8. Hábitos nerviosos: Desarrollo de hábitos nerviosos, como morderse las uñas o jugar con el cabello.
  9. Comportamiento de evitación social: Evitar interacciones sociales o situaciones sociales que generen ansiedad, como hablar en público o asistir a eventos sociales.
  10. Dificultades en el sueño: Problemas para conciliar el sueño o mantenerlo debido a la ansiedad, o experimentar pesadillas relacionadas con la ansiedad.
  11. Irritabilidad: Respuestas emocionales exageradas, como irritabilidad o cambios de humor frecuentes.
  12. Síntomas somáticos: Manifestaciones físicas como temblores, tics nerviosos o movimientos involuntarios.
  13. Aislamiento: Retraerse de actividades sociales y limitar la interacción con otras personas debido a la ansiedad.
  14. Hiperactividad: Comportamiento excesivamente activo o impulsivo en respuesta a la ansiedad.
  15. Compulsiones de seguridad: Realizar acciones específicas para sentirse más seguros o aliviar la ansiedad, como llevar objetos de «protección» o buscar constantemente reassurance (termino ingles que hace referencia a la tendencia de algunas personas con ansiedad a buscar constantemente la aprobación o el apoyo de los demás para sentirse seguras o tranquila).

El experimentar todos estas sensaciones (físicas y cognitivas) desagradables y molestas, lleva a que las persona que las vive adopte conductas o reacciones con el fin de evitar o eliminar futuros episodios (como los mostrados en la lista anterior); cuando esas conductas se se practican surge el fenómeno de reforzamiento, es decir, el realizar cierto actuar de evitación da sentido de seguridad pero refuerza la idea o sensación de que si no se lleva a cabo, es mucho mas probable que el incidente vuelva a parecer, lo que limita, coarta, reprime y secuestra nuestro funcionamiento saludable.

Conductas y aspectos motores de la ansiedad.
Conductas y aspectos motores de la ansiedad.

Como desarrollar un chaleco protector

La ansiedad no es una enfermedad y, por lo tanto, no hay porque curarla. Es una respuesta normal del organismo, que se vuelve un problema cuando los síntomas característicos se vuelven recurrentes, intensos y afectan el funcionamiento genera.

Se puede decir que la ansiedad es incluso beneficiosa, por tanto nuestro objetivo será aprender a regularla. Podemos trabajar en al menos cuatro áreas diferentes:

  1. Entender mejor la ansiedad y empezar a abordar algunas de sus causas.
  2. Reducir los síntomas físicos.
  3. Modificar los pensamientos relacionados con la ansiedad.
  4. Cambiar los comportamientos relacionados con la ansiedad.

Podemos aplicar las siguientes técnicas:

  • Técnicas conductuales o de exposición: desensibilización sistemática,
    exposición, en sus variantes y modelado.
  • Técnicas dirigidas a la reducción del nivel de activación: relajación, respiración y biofeedback.
  • Técnicas cognitivas: terapia cognitiva de Beck e inoculación de estrés.

En casos mas complejos se puede aplicar:

  • Farmacoterapia: Cuando se trata de ansiedad, la medicación juega un papel importante. No es lo mismo si alguien ha estado lidiando con ansiedad generalizada durante un tiempo, en comparación con alguien que experimenta un ataque de ansiedad o pánico, que son episodios cortos pero muy intensos en sus síntomas. Estos episodios pueden hacer que la persona viva el presente preocupada por un futuro incierto y temeroso, lo que a veces llamamos ‘miedo anticipatorio. Se llama ansiolíticos a aquellos fármacos que disuelven la ansiedad. La suprimen. Actúan de tal manera que disminuyen y curan su sintomatología.

Conclusión

La ansiedad es una experiencia ampliamente diversa que puede manifestarse a través de una variedad de síntomas físicos, cognitivos y conductuales. Desde taquicardia y preocupaciones constantes hasta evitación de situaciones y búsqueda incesante de seguridad, la ansiedad puede ser desafiante y limitante para quienes la experimentan. Es esencial comprender que, aunque los síntomas pueden parecer inexplicables en ocasiones, la ansiedad es tratable y existen enfoques terapéuticos eficaces disponibles. Identificar cómo los síntomas interactúan entre sí, como la relación entre la búsqueda de seguridad y las conductas de evitación, es fundamental para abordar eficazmente este trastorno.

Buscar apoyo profesional, ya sea a través de terapia o medicación, puede ser un paso crucial hacia la recuperación y la mejora de la calidad de vida. En última instancia, la ansiedad es una experiencia humana común, y con el apoyo adecuado, las personas pueden aprender a gestionarla y vivir de manera más saludable y feliz.

Referencias:

  • Moreno, P. (2011). Superar la ansiedad y el miedo (9ª edición). Editorial Desclée De Brouwer, S.A.
  • Rodríguez Correa, P. (2008). Ansiedad y Sobre-activación: Guía práctica de entrenamiento en control respiratorio. Editorial Desclée De Brouwer, S.A.
  • Rojas, E. (2014). Cómo Superar la Ansiedad. Editorial Planeta, S.A.
  • Servicio Andaluz de Salud. (2013). Guía de Autoayuda para la Depresión y los Trastornos de Ansiedad. Junta de Andalucía. Edita: Servicio Andaluz de Salud. Recuperado de http://www.juntadeandalucia.es/servicioandaluzdesalud
  • Torrades Oliva, S. (2004). Ansiedad y depresión. Evidencias genéticas. Vol. 23(3), 126-129.